Aquellos que se presentaron como corderos unidos al rebaño, los que luego destacaron, casi imperceptibles, como guías y más tarde elevaron sus cabezas hasta sobrepasar al resto y liderar la manada. Esos que perecían corderos hoy aúllan al redil que gobiernan.
Escucho el aullido de los lobos en el rostro de la cajera obligada a recomendar la oferta del día, en el taconeo nervioso del jefe dispuesto a aullar como los otros, en el silencio de las oficinas cuando se trabaja.
Es el aviso. El miedo que suena sutil. No ha hecho falta más.
Los lobos otean, a veces, de soslayo. Mientras, lanzan los dados y calibran las ventajas.
El aullido ajeno a la lengua del rebaño, delata al lobo que miente cuando calla, miente cuando habla. Y los corderos tranquilos si se despedazan.
Foto: anipedia.net