martes, 11 de marzo de 2014

Hay una mosca

Hay una mosca. (Once segundos después) Hay una mosca muerta. El tiempo es como dijo mi profesor de psicología evolutiva, respecto del ser humano, “bio + cultura”. Claro que a las 14.00 h, que él daba la clase, yo sólo era ‘bio’ hambrienta y no estaba para: “Defíneme bolígrafo”. Definir es tan complicado como tener hambre y no ver un mendrugo, sólo el tiempo nos suaviza la visión, gracias a la presbicia, a esas cálidas capas de cebolla que, cuan presente, nos alejan de la letra pequeña, del detalle minúsculo, de ese pelo que hay en la sopa cuando el cuenco está vacío. El tiempo es la vida que hay desde el momento en el que nos conocimos hasta hoy. Cuando el camino recorre 30, 35, 40 años, sabemos que ha pasado el tiempo, sin engaño. Lo intentamos, sí, es un juego, hay casi divertimento, unas risas, amago, “bueno esta vez, casi lo consigo y te digo que soy otro/a”, pero no. El tiempo es un camino plagado de piedras, que el tiempo redondea. Esas piedras forman borduras, paredes, parterres, guían y están ahí. Quiero todas mis piedras, todo el tiempo, todos los nombres, el cuenco con sopa y cultura.

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