Hay una mosca. (Once segundos después) Hay una mosca muerta.
El tiempo es como dijo mi profesor de psicología evolutiva, respecto del ser
humano, “bio + cultura”. Claro que a las 14.00 h, que él daba la clase, yo sólo
era ‘bio’ hambrienta y no estaba para: “Defíneme bolígrafo”. Definir es tan
complicado como tener hambre y no ver un mendrugo, sólo el tiempo nos suaviza
la visión, gracias a la presbicia, a esas cálidas capas de cebolla que, cuan
presente, nos alejan de la letra pequeña, del detalle minúsculo, de ese pelo
que hay en la sopa cuando el cuenco está vacío. El tiempo es la vida que hay
desde el momento en el que nos conocimos hasta hoy. Cuando el camino recorre
30, 35, 40 años, sabemos que ha pasado el tiempo, sin engaño. Lo intentamos,
sí, es un juego, hay casi divertimento, unas risas, amago, “bueno esta vez,
casi lo consigo y te digo que soy otro/a”, pero no. El tiempo es un camino
plagado de piedras, que el tiempo redondea. Esas piedras forman borduras,
paredes, parterres, guían y están ahí. Quiero todas mis piedras, todo el
tiempo, todos los nombres, el cuenco con sopa y cultura.
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